
Esta es la pregunta que se hacen las doctoras en Teología, María José
Arana y Adelaide Baracco en su libro, cuya portada presentamos. Lo estaba leyendo, cuando vi la noticia de que el arzobispo cardenal de Madrid, José Cobo, ha instituido en el Seminario de Madrid una Comisión, formada por tres mujeres laicas, una religiosa y tres sacerdotes, para asesorar sobre la formación de los seminaristas, futuros sacerdotes. Me surgió rápidamente la cuestión: ¿Aprobaría esta Comisión que en los Seminarios entren o haya chicas también seminaristas y no solo chicos, para llegar a ser sacerdotes y sacedotisas? Lo que sería dar una respuesta a la cuestión que Maria José y Adelaide presentan en su libro.
Sin embargo, por lo pronto, la respuesta de las teólogas no puede ser más desesperanzada, al decir que "tendremos antes sacerdotes casados que mujeres sacerdotes", tanto en su libro, como en la entrevista que les hizo y publicó La Vanguardia, en diciembre del año pasado. Y esta es la pregunta: ¿por qué la mujer no puede ser sacerdote?
La teóloga Mª José Arana vuelve a reflexionar y profundizar de nuevo, en este segundo libro, en los argumentos que siempre se han utilizado para negar el sacerdocio a las mujeres, y que ya había analizado en un libro anterior, junto a Maria Salas (1). Argumentos que utilizaron los Papas Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI y que hoy sigue utilizando también el Papa Francisco. He aquí una síntesis del debate de esta cuestión candente..
El argumento "histórico" de que Cristo fue varón y escogió solo a varones, por lo que se excluyen a las mujeres del sacerdocio ordenado, no se sostiene hoy. En primer lugar, está claro que Jesús en su vida no ordenó sacerdote a nadie, ni a hombres ni a mujeres, ni en la última cena, ni en otro momento. En este aspecto cabe recordar la opinión de Karl Rahner, de que de las palabras de Jesús en la última Cena: "haced esto en mi memoria", no se sigue la institución del Sacramento del Orden sacerdotal, del que de éste y de otros tres más no poseemos ninguna noticia (p.121). Sí es cierto que escogió a varones, pero este argumento no excluye a las mujeres, porque no conviene olvidar la relación especial de servidoras y discípulas que las mujeres tuvieron en la vida de Jesús: "Le acompañaban los Doce y algunas mujeres...Maria, la llamada Magdalena...Juana, la mujer de Cusas...y otras muchas que les ayudaban con sus bienes" (Lc 8,1-3); también "Marta y Maria, que lo recibieron en su casa" (Lc 10, 38-41) y otras mujeres que le habían prestado servicio y observaron su crucifixión, junto con su madre (Jn 19, 25) y donde lo enterraban (Mc 15, 40-47) y, sobre todo, Maria Magdalena, "apóstol de los Apóstoles", a la que primero se apareció Jesús resucitado (Mc 16, 9 y Jn 20,11-18). Esta presencia y protagonismo de las mujeres en los momentos cumbres de la vida de Jesús, es parangonable a la de los Doce.
Por otra parte, menor fundamento teológico tiene la conclusión de que las mujeres no pueden ser sacerdotes porque fueron responsables del pecado original. Afirmación que se basa en las palabras de Sto. Tomas de Aquino: "La mujer es un ser imperfecto" (p.93, nota 10 y 109), y por tanto, según el doctor angélico, la mujer no puede ser mediadora de la gracia, no puede ser representante de Jesucristo. Esto es, afirman las autoras, un verdadero reducionismo teológico, por el cual solo y únicamente los varones pueden representar a Cristo, lo que supone negar la igualdad esencial en todas las personas bautizadas, según Pablo en su carta a los Gálatas, cap.3, vv. 26-28: "todos
sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús, porque todos los que
habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay
judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer;
porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". Según esto, la mujer es tan imago Christi, como el varón, por lo que puede actuar en persona de Cristo, al igual que aquel.
Maria José y Adelaide analizan también en su libro, los argumentos que el Papa Francisco sigue utilizando hoy para seguir negando la ordenación sacerdotal de las mujeres: los denominados argumento petrino y el mariano. Estos argumentos fueron expuestos por vez primera por el teólogo suizo Han Urs von Balthasar en el contexto del diálogo ecuménico, tratando de explicar el lugar o puesto del papado en la Iglesia universal, con la intención de que todas las Iglesias cristianas aceptasen el primado de la Iglesia de Roma. Argumentos nuevamente puestos de relieve por el Papa Francisco, en su discurso a los miembros de la Comisión teológica internacional, el 30 de noviembre de 2023.
"La Iglesia es ante todo mujer Y si no entendemos lo que es una mujer, lo que es la teología de una mujer, nunca entenderemos lo que es la Iglesia", decía Francisco, aludiendo al principio mariano de Von Balthasar, para quien: " el elemento mariano gobierna ocultamente en la Iglesia, como la mujer en el hogar doméstico". Palabras que recordaban lo que Pablo VI ya había afirmado, que "Dios ha puesto en su Familia -la Iglesia- como en todo hogar doméstico la figura de una Mujer que, en secreto y con espíritu de servicio, vela por ella y la protege". El principio mariano sugiere, por tanto, la característica "materna", "doméstica" y de "cuidados" del papel de la mujer en la Iglesia y simboliza, por tanto, la naturaleza mística de la Iglesia comunidad, de respuesta afirmativa al amor de Dios, como el sí de Maria al Ángel en la Anunciación... El principio petrino, en cambio, hace referencia a lo ministerial, a la autoridad mediadora de la jerarquía eclesiástica, de favorecer la unión de los diversos carismas en su ordenación a la santidad, de aquellas personas que tienen el carisma de la asistencia, de dirección y del gobierno en la Iglesia (I Cor 12, 28). Ahora bien, dice Francisco, "el principio petrino es del ministerio (equiparado con la masculinidad y la autoridad). Pero hay otro principio que es aún más importante... que es el principio mariano, que es el principio de femineidad en la Iglesia, de la mujer, donde la Iglesia ve un espejo de sí misma porque es mujer y esposa" (p.110).
Las doctoras Maria José Arana y Adelaide Barocco tratan ampliamente este asunto en el cap. 6 de su libro, en el que afirman: "Francisco traslada estos principios de forma errónea a toda la cuestión mujer/hombre en el sacerdocio, es decir, hace de ellos un categorización sexuada" . Pero esto es tener una "visión antropológica de la mujer inferior al hombre y no digna de representar a Dios". Visión antropológica "maternal, doméstica y de cuidados" de
la mujer, que debe cambiar. Pero este cambio, según ellas, no solo consiste el otorgarles puestos administrativos,
incluso dirigentes, en el Vaticano o en las diócesis, porque estos puestos, dicen en la entrevista de la Vanguardia: "no dejan de ser cargos funcionariales, no
de ministerio. Cuando tocas la cuestión del ministerio, que implica la
dimensión de representación de Dios/Cristo, aquí se nos cierra la
puerta" .
Para estas teólogas, por tanto, la cuestión
fundamental del lugar o puesto que corresponde a la mujer en la Iglesia,
no debe referirse al principio sexuado de ser hombre o mujer en la
Iglesia, sino a la cuestión de ser personas bautizadas: "Nosotras
queremos que se afronte la cuestión de fondo, nuestra plena
participación en la Iglesia, el sacerdocio es la piedra de toque, porque
estamos hablando de representar a Cristo en la comunidad. La Iglesia,
sobre todo la jerarquía, debe cambiar su visión antropológica de las
mujeres y 'escuchar los signos de los tiempos', como dijo el Vaticano
II". Las mujeres católicas, laicas y religiosas, solo piden que se les reconozcan, primero, como personas, "como un ser humano en el más rigurosos sentido de la palabra" (p.89) y "personas creyentes en Jesús". Y en este sentido, según dice Pablo en (Gálatas, cap.3, vv. 26-28), no hay diferencia entre hombre o mujer: "porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús". Por lo que : "si la masculinidad es esencial para la función crística, entonces las mujeres están separadas del lazo salvador" (p.94), lo que es un absurdo.
Encomiable es, por tanto, el libro de las doctoras Maria José Arana y Adelaide Barocco, porque tratan en profundidad y clarifican este problema, que está enquistado dentro de la Iglesia occidental, desde siglos.
No obstante, las autoras dan un paso más y se preguntan ¿Qué sacerdocio queremos asumir las mujeres? Está claro, dicen, que no es el sacerdocio clerical o presbiteral, según el modelo veterotestamentario, sino otro sacerdocio. En definitiva, la pregunta que subyace es ¿Qué sacerdocio debe existir en la Iglesia, lo asuman varones o mujeres, personas laicas, religiosas o sagradas? Por lo que, como se ve, en frase de Javier Melloni: "el sacerdocio de la mujer es una ocasión de replantear el sacerdocio en integridad" (pp 74-75). El libro plantea ciertamente este problema, al exigir una nueva teología del ministerio presbiteral (pp.74-78), pero, a mi entender, el desarrollo del mismo debe profundizarse más y no solo citando frases de insignes teólogos. Creo que el tema está relacionado con el nacimiento de los movimientos de pobreza de la Iglesia popular o laical medieval: de los cátaros, patavinos, valdenses, beguinas etc, que posteriormente origina la famosa controversia sobre la cura animaron y la perfección, entre el clero secular y los mendicantes, algunos de cuyos aspectos traté en mi tesis doctoral (2). Posteriormente, el tema de la teología, espiritualidad o la naturaleza específica del clero secular, lo abre el Cardenal Mercier, Rector de la Universidad de Lovaina, a principios del siglo XX, en su libro: La vie interieure, Bruxelles 1918 (3), que da origen a una amplia bibliografía, que trataré de sintetizar en un próximo artículo. Por lo que se observa, la cuestión vuelve hoy a plantearse, como dice bien Javier Melloni, desde la perspectiva del sacerdocio de la mujer, tema que merecerá sin duda un trato más ampliado de lo que el libro que reseñamos ofrece.
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1) ARANA, Mª José y SALAS, Maria. Mujeres sacerdotes ¿por qué no?: Reflexiones históricas, teológicas y ecuménicas. Madrid: Publicaciones Claretianas, 1994.
2) Cardenal Joseph MERCIER. La vida interior: llamamiento a las almas sacerdotales, traducción de Narciso Saguer, precedida de un estudio sobre El Cardenal Mercier y la ascesis sacerdotal, por Luis Carreras. Barcelona: Editorial Políglota, 1930 y 1940
3) MORENO DE LA FUENTE, Antonio. Espiritualidad-Perfección sacerdotal y religiosa, en la controversia medieval de la Universidad de Paris (1252-1272). En Verdad y Vida. Revista de las ciencias del espíritu. 1965, Enero-marzo, nº 89, pp.84-119.