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lunes, 2 de diciembre de 2024

LA MAGNA INFLACION RELIGIOSA SEVILLANA

El presidente del Consejo, Francisco Vélez; el arzobispo, monseñor Asenjo; y el secretario de la organización, Joaquín de la Peña durante la rueda de prensa.

El presidente del Consejo, Francisco Vélez; el arzobispo, monseñor Asenjo; y el secretario de la organización, Joaquín de la Peña./            Foto de Juan Carlos Muñoz

 

       Juan Parejo, en el Diario de Sevilla, sintetiza así el II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular, que se celebrará en Sevilla entre el 4 al 8 de diciembre del presente año: "Una cita de 5 días, 1.832 inscritos, 170 voluntarios, 9 ponencias, 3 mesas redondas, un concierto, 3 espacios para la adoración eucarística, 14 exposiciones, 4 eucaristías, un pontifical y una magna procesión de clausura, en la que participarán ocho imágenes de capital de devoción, más de 200 imágenes expuestas a la veneración de manera extraordinaria, más de 21.000 sillas y una gran obra social".

       El Congreso costará alrededor de 1.230.000 euros, pero dado que ni el Consejo (de Hermandades y Cofradías) ni la Diócesis aportarán nada de sus propios fondos", nos dice Victoria Flores en El Correo de Andalucía web, sera la Junta de Andalucía quien lo subvencionará con 600.000 €, según La Voz del Sur, a lo que habrá que sumar "los 1,4 millones de euros del Ayuntamiento de Sevilla solo en concepto de horas y refuerzos extraordinarios de la Policía Local, más otro millón de euros para las arcas municipales en concepto de limpieza y movilidad". Por lo que, el coste total del Congreso será de unos 4.230.000 €.

      Todo esto, en verdad, parece un despropósito y las preguntas surgen espontáneas. ¿Es que ya ha desaparecido la pobreza en los barrios mas pobres de España, que, casualmente, se encuentran en Sevilla? ¿Dónde esta la Hermandad o la Fraternidad?  Y dado que España es un estado aconfesional ¿se subvencionará también a protestantes, judíos y musulmanes con cantidades semejantes? Me temo que no.

      Este gasto excesivo del II Congreso de Hermandades, la inflación religiosa cultual que promueve, el nacional-catolicismo que aparece en el respaldo del poder civil al religioso, unido esto a los abusos a nivel nacional de pederastia de obispos, sacerdotes y religiosos y el escándalo de los casi 100.000 bienes públicos inmatriculados por la jerarquía eclesiástica de nuestro país, nos recuerda y se asemeja mucho a la época de la reforma promovida hace 5 siglos por Erasmo de Rotterdam, a la Reforma protestante de Lutero y a la incapacidad de la misma Iglesia católica de promover una verdadera reforma de la Iglesia, pues la llevada a cabo por medio del Concilio de Trento fue ineficaz. según el teólogo Hans Küng (El Cristianismo: Esencia e Historia. 3 ª ed. Madrid: Trotta 2004, pp 490-500). Trento, dice, fue "el Concilio de la Contrarreforma...no un medio de reconciliación y reunificación, sino el programa de lucha contra la Reforma" (Ibid. p.492)

      Es cierto que durante el siglo XVI se mantuvo y floreció la espiritualidad interior, gracias a los místicos europeos y los españoles Francisco de Osuna, Teresa de Avila y Juan de la Cruz, etc., sin embargo, esa vida interior espiritual estaba orientada mayormente a los religiosos y el clero, pero no llegó a ser asumida por el cristiano de a pie, a no ser por el reducido grupo de los Alumbrados, que también fueron condenados. Vida espiritual interior que la proponía Erasmo en su libro Enchiridión: Manual del caballero cristiano. Un manual humanista de espiritualidad laical, que en el próximo año se cumplen 500 años de su publicación en España y para quien la espiritualidad o perfección cristiana "no es exclusiva de los monjes", sino que está al alcance de todas las personas. Basta con confiar y seguir a Jesús, según el Nuevo Testamento y no practicar exclusivamente las obras exteriores de rezos, novenas, actos de culto, procesiones, etc.

      Es cierto también, que la Iglesia católica compartió la tesis de los reformadores, proponiendo la justificación por la fe, seguida de las obras, según Pablo en su carta a los Gálatas (5,6), valoró también la importancia sacramental del Bautismo y de la Eucaristía, afirmando la presencia real de Cristo en el Pan consagrado, pero mantuvo rígidamente el mismo valor de los otros sacramentos, particularmente del Orden sacerdotal. La afirmación de la estructura sacral clerical de la Iglesia fue el baluarte católico romano frente a la postura laical protestante, al considerarse como institución poseedora de la verdad revelada y fiel intérprete de la ley natural, al formular la preeminencia del clérigo sobre el laico (como en el s. XIV había propuesto Bonifacio VIII en la Bula Clericis laicos), considerándolo único mediador entre Dios y su criatura, abarcando desde la supremacía del obispo de Roma sobre las demás Iglesias, a ser el sacerdote el único ministro en la celebración de la Misa y en la administración de los Sacramentos, en la dirección moral y espiritual de la persona cristiana a través del Confesonario.

       Este acervo doctrinal y praxis eclesial creó un cristianismo infantilizado, menoscabando la verdadera libertad de conciencia personal y un catolicismo machista, donde la mujer está subordinada enteramente al varón. Al laico cristiano se le reservaba, junto a la recepción de los Sacramentos, la práctica de la piedad popular: la asistencia a Misa, el invocar a los santos y recitar el Rosario, la asistencia a las novenas, recibir las indulgencias, poseer las reliquias de santos y realizar nuevas manifestaciones procesionales de culto, como posteriormente se practicó durante el Barroco. Todo ello se mantuvo en los siguientes Concilios, incluso en el Vaticano II, el cual, a pesar de sus avances pastorales y ecuménicos, siguió afirmando "la diferencia esencial y no solo de grado entre el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico" (Lumen Gentium, n.10), sosteniendo de modo manifiesto la división de clases dentro de la Iglesia: entre "los laicos, los clérigos o miembros del orden sagrado y los del estado religioso" (Lumen Gentium n.31); lo que el Documento final del Sínodo sigue también manteniendo.

       Está claro, en mi opinión, que la jerarquía eclesiástica sevillana, mediante la celebración de este II Congreso de Hermandades y Piedad popular, trata de promover exclusiva o preferentemente el culto externo a las imágenes y se preocupa mucho menos de "los descartados de la sociedad", que dice el Papa Francisco. En el Programa de este II Congreso, solo está la referencia genérica, de que se potenciará una Obra Social destinada a la atención de las personas que viven sin techo y sin hogar, sin dar datos concretos. En conclusión, los fastos de este Congreso solo promueven un clericalismo desfasado y no una auténtica piedad o espiritualidad laical.



Antonio Moreno de la Fuente,
Laico o cristiano de base

Sevilla, 2 de Diciembre de 2024

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